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¿Habría alguna cosa difícil para Él? ¿Podríamos decir que una situación sería imposible de ser resuelta por Él?

Y si todas las cosas le son posibles, ¿por qué nos desalentamos con facilidad? ¿Por qué bajamos nuestras cabezas como si estuviésemos conformados con la derrota? ¿Por qué continuamos murmurando por los rincones en vez de estar cantando y alabando a Dios?

Si somos capaces de ir a la iglesia, de glorificar su nombre, de leer su Palabra y conversar con el Señor en oración, ¿por qué no colocamos en práctica nuestra fe?

Necesitamos dar un basta en la incredulidad y saltar sobre las piedras de las decepciones. Ellas no deben tener poder para hacernos desistir. Ellas no pueden sacar nuestra motivación. Ellas no pueden apagar nuestra sonrrisa. Ellas no conseguirán evitar nuestras conquistas.

Cuando estemos enfrentando grandes crisis, necesitamos recordar que grande no es nuestro problema y sí nuestro Dios que todo soluciona.

¡Todo es posible para Dios! ¡Todo es posible para nosotros que creemos en Dios! ¡Somos vencedores…
siempre… sea cual ¡sea la circunstancia!